tomaba tequila a mi me da risa

Fotografía: Lup de la Vallina

Rechistes Bonos, Cortos y Chistosos

El Presidente y su chófer pasaban por una carretera en el momento en que de manera accidental atropellaron . El Presidente le ha dicho a su chófer que fuera a la granja para contarle al dueño lo que había pasado.

Una hora después, ve a su chófer venir tambaleándose, con un puro en una mano y con una botella en la otra, y la ropa desarraigada.

ALBERTO MEDINA MOYA

Tiene prácticamente tres años, y es la alegría de la vivienda. No me canso de observarla: de qué forma dibuja, de qué manera desplaza su corpiño así en ocasiones desconcertante, de qué forma trata de escaparse. La miro en silencio jugando con una plastilina que le hemos comprado, y de pronto siento una pulsión en el pecho, lo que enturbia mi cabeza y me cambia el ánimo. Hace días que noto esa hiriente sensación. Parte de mí desea vocear, otra desea que respire y deje pasar estos pensamientos tan oscuros, pero solamente lo consigo. Su madre me afirma que va a bajar a obtener pan y la ignoro absolutamente. ¿Te has enterado? -me pregunta. Respondo que sí con aspereza. Afirma que recientemente estoy extraño. Como no estaré extraño, pienso. Yo era feliz, tenía mi mujer y mi hija, mi trabajo, mi cerveza con mis amigos. Pero en este momento todo cambió. Siento que mi vida tiene exactamente la misma rigidez que esta plastilina a cargo de mi hija. Lo observo ahora ocasiones siento temor de no poder supervisar la furia que me ataca y realizar algo de lo que me logre arrepentir. No sé cuánto tiempo mucho más soportaré esta situación. Afirmarán que me está yendo la cazuela, que me estoy montando una película, pero no puedo eludir meditar que la palabra mucho más inocente puede contener la realidad mucho más dolorosa. Tomo los dientes y trato sin frenos de espantar de mi cabeza ese instante, días atrás. Volvíamos del parque, nos cruzamos en el portal con el vecino del tercero, y al verlo ella chilló: ¡padre!

Se llamaba Manuel y, la realidad, no sé si le llegué a percibir solo una palabra en los nueve años que estuve en la escuela. Por el hecho de que Manuel era el “portero” de la escuela. Pero de portero como tal, jamás le vi ejercer. Vivía en la planta baja del edificio con su mujer y también hijos, pero jamás le vi sentado ejercitando las funcionalidades que se aguardan de semejante trabajo. De todos modos, en la puerta, tras llamar al timbre se encontraba la Hermana portera de turno que siempre y en todo momento afirmaba: “corre que llegas tarde”. Manuel si bien no lo vi allí, sí tenía el poder de la omnipresencia. En una España nacionalcatólica, ¡pienso que fue el único hombre con la capacidad de ingresar en sitios tan tabúes como los lavatorios de las mujeres! Y palabra que lo logró: inodoro atascado, Manuel tranquilamente lo arreglaba. Representábamos una función teatral, Manuel ponía el ámbito con sus cortinas. Persianas caídas, ascensor que no funcionaba, instalación de luz, e inclusive de sacristán ejercitaba si la ocasión de este modo lo mandaba. ¿De qué manera se comprendía con las monjas? Alguno código digo yo que debían usar. Y mudo consta que no era. Pero repito, era tan omnipresente que ni te dabas cuenta de en el momento en que salía, entraba, o… Y todo lo mencionado, sin solo una palabra

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